Tierra de mujeres

Estuvimos aquí, un día estuvimos vivos aquí.

Dejar que los que vienen, los niños y niñas del futuro, se manchen también. Se empapen de tierra y animales, de historias de sus mayores, darles la mano, que quieran visitar y habitar una casa llena de raíces y patrimonio que aún está por construirse.

Crear un vínculo y cuidarlo.

Esa es la única manera de que nuestro medio rural no desaparezca y siga existiendo.

Nuestro medio rural morirá si no sabemos transmitir a los que vienen su importancia y su cuidado. Y no sólo nuestro medio rural, sino toda la biodiversidad que vive en él, nuestros pueblos, nuestras costumbres, nuestras historias. Nuestra cultura, así, sin el adjetivo rural, porque es cultura y es de todos. Debemos aprender a mirar y transmitir. Preguntar a nuestras abuelas, a nuestras madres. Dar importancia a nuestras historias y a nuestras aldeas. Preguntar, contar, escuchar, cuestionarse una y otra vez. Mirar más allá. Mancharse las manos de tierra.

Cuando nace un bebé en el pueblo indígena navajo, los padres cortan el cordón umbilical y lo entierran en el corral de sus ovejas. De esta forma, se crea y se materializa el vínculo del nuevo habitante de la tribu con los animales y con su tierra.

El cobijo.

El origen.

La nana.

Un resplandor entre dos abismos

Las flores me recordaban a ese tratado de ilustraciones anatómicas de Bourgery. Ese libro que me había acompañado en la sala de disección. Sólo que las flores que salían en el atlas eran rosas y no formaban parte de ningún árbol. Las flores que en ese huerto no tenían cabida y que sólo existían en mi cabeza no eran flores. Eran las extremidades laterales de las trompas uterinas. Sus infundíbulos. Una de mis partes favoritas en disección del aparato reproductor de la hembra.

El nido.

Mi madre casi nunca me habla de su infancia. La vida de mi madre antes de ser mi madre era un misterio para mí.

Porque, como escribió Berger, «toda cultura actúa en general como un espejo que permite al sujeto reconocerse, o, al menos, reconocer aquellas partes de sí mismo socialmente aceptable. Quienes sufren de carencias culturales tienen menos oportunidades de reconocerse».

La relación de mi madre (y la de tantas mujeres) con el medio rural se convierte en un relato extraterrestre si lo comparamos con la relación de tantos hombres con él

Habían dejado de ser del pueblo pero tampoco encajaban en la ciudad. Eran dos mujeres independientes que, aunque se tenían la una a la otra, se habían quedado solas a la fuerza; eligieron formarse y trabajar. Las habían dejado en tierra de nadie.