Esto quizá pueda ayudarnos a esclarecer la omnipresente tendencia a imaginar que somos otra persona durante el sexo. Según la interpretación convencional, lo que se consigue con tal costumbre es cuestionar el deseo: si ella es otra persona, ¿qué ve su pareja en ella? ¿Qué le excita? ¿Qué es ella para el otro o la otra? Ahora bien, que alguien sea otra persona puede significar también, muy sencillamente, que queda absuelto (o absuelta) de responsabilidad por gozar de la situación. Cuando nos dejamos ir, gozamos de mayor libertad, nos sentimos con más derecho a disfrutar de nuestro cuerpo sexual, y esa podría ser la razón por la que estas fantasías son tan frecuentes en la vida sexual femenina y, quizá también, por la que puede recurrirse a la pornografía. Ante la voz en su interior que le decía a Sallie Tisdale «eres una niña mala, eso no se toca», ella acudía al porno no para saber más de sexo, sino para cruzar límites: «Necesitaba permiso; necesitaba la bendición de algo o de alguien».