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Margarita García Robayo

El afuera

  • Juliana Jaramilloцитує9 днів тому
    Nadie puede ser un solo tipo de madre: saltas de un lado a otro de la línea, según la circunstancia. No es tan difícil, el secreto es poner el foco en los niños. Eso no falla. Cuando estoy con otras madres esperando en la puerta del colegio a que salgan mis hijos, me pregunto quiénes eran antes. Y si esa mujer que fueron antes las persigue y las juzga; si se les para detrás como una sombra que cada tanto les grazna al oído para atormentarlas: «El mundo te odia y también a tus hijos». O: «Estás sola en esta, ¿te diste cuenta?». En la puerta también hay padres, pero son menos.
  • Juliana Jaramilloцитує9 днів тому
    Como hijo llega a ser muy difícil saber cómo es, en verdad, la gente que te cría. Y, una vez que te propones averiguarlo, ya estás afuera: ganaste perspectiva, pero perdiste sensibilidad; te enfriaste, el entendimiento llega articulado, en episodios lógicos, cerraditos con un moño. Nada de eso es verdadero. Y, como es improbable que sepamos reconocer lo verdadero mientras ocurre, la pesquisa por descubrir quiénes fueron nuestros padres suele darse demasiado tarde.
  • Juliana Jaramilloцитує10 днів тому
    Estás irreconocible», suelen decir algunas madres a sus hijos (o maridos) mal portados, dando por sentado que la mala conducta es ajena a su verdadera esencia. Suelo pensar que es al revés, que lo que se simula es lo otro: los modales, la buena educación, la tolerancia, la alegría. Son todas máscaras. La civilización tiene demasiadas máscaras: de eso se trata. Cuando se adquiere esa conciencia, uno tiene la tentación de despojarse de sus máscaras para volver a la esencia, pero rara vez se vuelve a la esencia. Porque mostrarse en esencia es exponerse a la incomprensión
  • Juliana Jaramilloцитує10 днів тому
    Me parece una habilidad grandiosa: diseñar rituales propios que, con el paso de los años, se conviertan en tradiciones chiquitas y raras, como semillas exóticas. En los días de encierro, esa ambición sería una emergencia. Necesitábamos rituales. Rutinas extendidas. Pensaba que, si se mantenían lo suficiente, entrarían en la esfera de la memoria consciente. Después, suponía, cuando el ritual atravesara algún punto de inflexión imposible de anticipar, alguien empezaría a llamarlo «tradición».
  • Juliana Jaramilloцитує10 днів тому
    Para vivir en este mundo
    debes ser capaz
    de hacer tres cosas:
    amar lo que es mortal,
    sostenerlo
    pegado a tus huesos convencida
    de que tu vida depende de eso;
    y cuando llegue el tiempo de dejarlo ir,
    dejarlo ir.
    Mary Oliver
  • Juliana Jaramilloцитує10 днів тому
    La otra rareza sería la planta de las mariposas. Asclepias curassavica era el nombre. O algodoncillo, venenillo, bandera española, flor de sangre, platanillo, hierba María, mataganado, burladora: el hombre del vivero me los recitó todos. Y yo pensé en cuánto empeño poníamos en inventar palabras para decir lo mismo. Tenemos un idioma al que le gusta alardear.
  • Juliana Jaramilloцитує10 днів тому
    Pero no, la gente rica es menos holgada que yo. A mí me pasa que, como nunca he sido rica, no temo gastar todo lo que tengo porque sé que, si no vuelve, no lo echaré en falta (o, quizá, en el fondo oscuro del pozo seco que es mi alma, siento que el Dios en el que no creo me lo devolverá triplicado). Es todavía peor: si no vuelve, es probable que durante un tiempo ni lo note –el tiempo suficiente como para descubrirme desprovista–, porque fui criada negando la pobreza eventual y relativa que sobrevenía en mi familia, siempre subrepticiamente. A mi madre le criticaban gastar más dinero del que mi padre llevaba a casa. Ella se las ingeniaba para que ninguno de nosotros notara sus malabares: empeñaba joyas, pedía prórrogas a los usureros. El esfuerzo de aparentar prosperidad era desmedido, pero eficiente: hasta que crecimos, ni mis hermanos ni yo notamos que teníamos menos dinero que nuestros amigos. De formas levemente distintas, casi todas las familias con las que tuve relación mientras viví en mi país padecían el mismo vicio del arribismo. En Colombia se dice que los ricos quieren ser europeos; los clasemedieros, norteamericanos, y los pobres, mexicanos.
  • Juliana Jaramilloцитує10 днів тому
    Comenté con mi amiga mis impresiones sobre la higiene de la familia que nos alojaba y ella me dijo: «¿Te parece?». «¿A ti no?» Se encogió de hombros. Era una información curiosa, esa diferencia de visiones. Después me fui a visitar a otra amiga que vivía en Barcelona y se lo comenté. Estábamos tomando cerveza en un banco frente a la playa, mirando un atardecer frío y melancólico porque 1) ella y su pareja se habían peleado, y 2) era mi último día allí. «Es típico de la gente de izquierda», me dijo: «Para ellos las personas cuanto más limpias, más fachas». Automáticamente empecé a revisar en retrospectiva las casas de las personas que conocía y estuve a poco de convencerme de que esa afirmación tendenciosa podía ser cierta. Mi propia familia de origen, dueña de todos los vicios imaginables del conservadurismo y la religión, consideraba la limpieza una virtud cardinal. Mi madre no era muy buena limpiando (de alguien lo heredé), pero se imponía la tarea doméstica como un sacrificio que la elevaba. Y por supuesto que tenía ayuda: dos o tres mujeres lustrando pisos y muebles. Éramos una familia de clase media muy esforzada, nunca tuvimos una economía fácil, pero siempre tuvimos servicio doméstico –en Colombia el servicio doméstico dista de ser una extravagancia–. Pienso que mi madre, así como yo, pagaría una empresa que hiciera la limpieza de final de obra, aunque tuviese que pedir prestado. Mientras que aquella familia francesa, por supuesto que no. Les parecería una ostentación capitalista, una estupidez burguesa, una frivolité, un lujo innecesario.
  • Juliana Jaramilloцитує10 днів тому
    La primera noche en la casa nueva sería el 31 de diciembre. Siete años atrás me había mudado en esa misma fecha y me dieron las doce desembalando cajas. Supongo que el patrón se debe a la tendencia inconsciente a dilatar los cambios que se saben inminentes. En palabras domésticas sería el equivalente a «dormirse en los laureles». Hacía siete años estaba sola. Entonces pensaba: si tuviera ayuda, me habría mudado mucho antes. Pero era mentira, me habría mudado ese mismo día porque más poderosa que la tendencia a dilatar los cambios es la de sumarles drama.
  • Juliana Jaramilloцитує10 днів тому
    Pienso que la bestia, cada tanto, nos ofrece un bálsamo:
    1) una banda muy decente ensayando en el parque; 2) medialunas recién hechas; 3) un monopatín superveloz que brilla en la oscuridad; 4) jazmines florecidos; 5) una plaza con niños amigables y padres que no miran embobados: a) sus pantallas, b) a madres solas y/o a niñeras bonitas; 6) un arco iris bien intenso sobre el río; 7) un conductor que te da paso en una esquina.
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