Los tabúes del mundo

Ley de los hombres es solo una máscara adulterada de la única Ley que cuenta: la afirmación indiscutible de la voluntad de goce

Porque ser hijos justos, es decir, herederos, no significa embolsarse el botín de la herencia, sino impulsarse, exponerse, recorrer un camino propio en el mundo.

titulado Esquema del psicoanálisis, «lo que has heredado de los padres, reconquístalo si quieres poseerlo de verdad».

El deseo fetichista es un deseo idólatra porque antepone la «pieza» al encuentro con el Otro. Para Freud, se trata de una actitud que caracteriza de una manera particular el deseo masculino: el cuerpo de la pareja queda desmembrado mecánicamente en una multiplicidad de «piezas» por las cuales el deseo del sujeto aparece irresistiblemente atraído

El fetichista es, en efecto, aquel que identifica el objeto de su deseo en un objeto inhumano (zapatos, bragas, medias, etcétera) o en un fragmento del cuerpo (pechos, piernas, pies, etcétera).

El espíritu hipermoderno, por el contrario, está impulsado por un profundo desencanto con respecto a todas las formas de lo Universal, excepto la de la globalización capitalista. En Occidente, nadie muere ya por la Causa porque la única Causa que importa es la cínica y narcisista del propio Yo

solo en el más abundante y generoso. El envidioso muerde la mano de quien lo alimenta. Por esta razón, el avaro no conoce la gratitud porque no reconoce ninguna deuda. Su hybris más característica es la de aspirar a hacerse a sí mismo, a no contraer ningún vínculo, a no tener nunca que ver con las deudas, sino solo con deudores

envidia no se ceba en el pecho más árido e insuficiente, sino solo en el más abundante y generoso

comer no libera de la comida, sino que convierte la comida en una auténtica obsesión que ocupa los pensamientos de la anoréxica día y noche, en una nueva forma de esclavitud. En esto debemos ver una profunda enseñanza antropológica: la auténtica libertad jamás consiste en el rechazo del vínculo, sino en su aceptación.

La superación del tabú de la muerte conduce así en dos direcciones opuestas: Antígona sacrifica su propio Yo y su propia existencia a una Ley que es la Ley no escrita del amor por su hermano, mientras que la anoréxica desafía el tabú de la muerte para chantajear al Otro del que depende, para sumir a sus padres en la angustia, para afirmar una imposible autonomía de su propio Yo