No sé si el aire en los cerros debería tener un nombre, uno bonito, como cascada, que se oiga vibrante, cientos y miles de corrientes que se van juntando como el agua cuando sale de un ojo en la sierra y se vuelve más y más gruesa; así es el aire en el cerro, tú lo sabes nuevecito, sacado del fondo de la tierra, un olor a roca y raíces, un aire a veces frío que pasa junto a ti y luego agarra rumbo y lo mueve todo, llamándose, diciéndose soy aire, escúchenme, y, mientras corre, mueve las ramas aún en los árboles, la ropa tendida