La bombilla que flota, la tercera obra de teatro de Woody Allen y la primera desde Sueños de un seductor, es una comedia agridulce que se desarrolla en una comunidad de clase media baja de Brooklyn en el año 1945. En cierto modo, esta pieza puede aparecer desconcertante dentro de la obra de Woody Allen, quien nos tiene acostumbrados a un humor elaborado y sutil, pero jamás tan amargo como en La bombilla que flota. ¿Será porque el lector no puede evitar preguntarse si la situación, a la vez dramática y grotesca, que desmenuza aquí no es acaso una evocación bastante fiel de alguna otra similar, vivida por él mismo? En todo caso, la visión de un niño -que, en Recuerdos, es Woody Allen mismo- haciendo pases de magia con un globo que flota está aún muy presente en la memoria de sus seguidores.Woody Allen cuenta aquí un fragmento de la vida insulsa y nada fácil de Enid y Max Pollack, quienes, en la insalvable penuria en la que viven, luchan el uno contra el otro y los dos contra sus propias vanas fantasías de éxito y bienestar, mientras su hijo, el posible futuro gran mago Paul Pollack, huye de su terror a la gente encerrándose en el mundo de mágicas ilusiones de su cuarto. Aunque toca aquí un tema de extrema fragilidad, Woody Allen consigue, como siempre hacernos creer en sus personajes y compartir por lo tanto sus problemas.Como bien dice un célebre crítico de teatro de Broadway, «La bombilla que flota no está sólo destinada a los habituales seguidores de Woody Allen, sino también a todos aquellos que aman el buen teatro».