Una melancolía optimista

No son malos tiempos para la poesía. Por desgracia son malos tiempos para la política, para las ilusiones colectivas, para el futuro. Pero en un mundo en el que la melancolía más grave surge de la pérdida del futuro, no se puede decir que vivamos malos tiempos para la lírica. La conciencia individual y las palabras entendidas como un espacio público son hoy un patrimonio de primera necesidad.

La poesía representa para mí el autodominio de un ser humano que cansado de vivir con prisas, con dogmas –que son la prisa de las ideas–, con ofertas de consumo rápido, pide el tiempo necesario para hacerse dueño de sus propias ideas, para matizar, para ponerse al otro lado de las afirmaciones o las negaciones tajantes, para decidir sobre lo que es importante y lo que es prescindible.

La poesía representa para mí la voluntad del ser humano que no quiere una soledad confundida con el aislamiento, el egoísmo, la agresividad, y por eso busca espacios públicos, los poemas, para establecer un diálogo entre conciencias.