Introducción
Siempre me he sentido fascinada por las relaciones. Crecí en Gran Bretaña, donde mi padre regentaba un pub, y pasé mucho tiempo observando a la gente que se reunía, conversaba, bebía, discutía a gritos, bailaba y coqueteaba. Pero el centro de atención de mis años jóvenes fue el matrimonio de mis padres. Fui testigo impotente de cómo destruían su matrimonio y se destruían a sí mismos. Sin embargo, sabía que se amaban profundamente. En los últimos días de mi padre, lloró amargamente por mi madre, a pesar de que llevaban separados más de veinte años.
Mi reacción al dolor de mis padres fue jurar que nunca me casaría. Decidí que el amor romántico era una ilusión y una trampa. Estaba mejor sola, libre y sin trabas. Pero, por supuesto, entonces me enamoré y me casé. El amor me arrastró consigo por mucho que yo lo alejara de mí.
¿Qué era aquella emoción misteriosa y potente que derrotaba a mis padres, me complicaba a mí la vida y parecía ser el motivo principal de la alegría y el sufrimiento de tantos de nosotros? ¿Existía un camino que atravesara el laberinto hasta el amor duradero?
Seguí esta fascinación mía por el amor y la conexión hasta el counseling y la psicología. Como parte de mi preparación, estudié este