Entre las hembras de ánade real, el 40 % de las cópulas son forzadas. En este tipo de situaciones competitivas la teoría dice que, cuanto más largo es el pene, más posibilidades tiene el macho de acercar su esperma al óvulo y ganar la carrera. Lo que implica que en esta particular batalla de sexos la pata es una perdedora sometida a abusos sexuales. No solo es víctima de una agresión con un arma de gran calibre, sino que además –y lo más importante– se le roba su autonomía sexual. La hembra de ánade ya no puede elegir qué macho fecunda sus preciados óvulos, lo que supone el golpe evolutivo definitivo.