No sabemos si había leído Teoría del cine (1960), de Kracauer, pero sin duda aprobaba la idea —terminantemente rechazada por Adorno— que está en el centro de ese libro, a saber, que “más de una película comercial o producción televisiva es un logro genuino, además de ser una mercancía”, y que, por consiguiente, “gérmenes de nuevos comienzos quizá se desarrollen en un entorno completamente alienado”.92