Las durmientes

El miedo me lo quitó todo
menos la memoria.

No imaginé que se pudiera cargar con tanto dolor y seguir viva, como ella.

voz de mi mamá, que es mi abuela, diciéndole que no puede echarla
si lo hace, todo el Maule sabrá.
Él creyó que el mundo entero le pertenecía
los hilos, las agujas, los colores
el fuego
incluso yo.
Pero
ahora conozco
todas las historias
todos los secretos.
Despertamos.

cuentan lo que pasó con cada una hasta llegar a mí.
La nana con una niña, juegan bajo el sauce.
La niña, la nana, un niño, juntos los tres.
Ella y él, juntos los dos.
La luna negra.
El embarazo, el Golpe, la separación.
Un parto a escondidas.
El llanto es mío.
La mujer que se va
la otra que se queda.
La niña
que también desaparece
soy yo.
La voz de mi padre, que es mi abuelo
amenaza a la nana
no hables, no te atrevas a contar la verdad
si lo hace, te vas

mujersombra también.
Es ella quien me abraza.
Por fin te encuentro, dice y me da un beso.
Un solo beso.

Al lado de la visitante desconocida está la mujer de negro. Caminan juntas, pero solo yo puedo ver a la segunda.
Urdo los hilos que unen a las mujeres de mi historia
las de antes
las de hoy.

Soplo y antes de que todo quede a oscuras, antes de que vuelvan las luces y la música, busco a la mujersombra. No la conozco, pero hay un hilo negro que nos une. Busco respuestas en mi mamá, en mi papá. Encuentro espanto. Qué es ese miedo que arranca de sus miradas dormidas.
En su silencio
ella tiene la piel de un fantasma.
En sus palabras
él tiene la lengua de una serpiente.
Algo ocultan, algo esconden.

La cara de mi papá se deshace. La de mi abuelita también. Mi mamá se voltea. Cuando su mirada encuentra a la otra, se deshace como mi papá, como la abuelita. De repente es como si todos hubiesen despertado de un largo sueño, menos yo, que no sé ni quién es. Busco a la nana porque sus ojos siempre me hablan, me dan pistas, pero esta vez los suyos son los más deshechos de todos. No imaginé que se pudiera cargar con tanto dolor y seguir viva, como ella.

canto no ha terminado cuando veo una sombra al fondo, delineada por el camino de velas que van desde la entrada de la casa. Es una mujer vestida de negro. Pero no el fantasma, sino una real, que camina entre nosotros y todos pueden ver.
Nadie la invitó, pero mi familia la conoce.
Yo no.
¿O sí?

de a poco el vino se les queda en los ojos que se nublan, que me vuelven invisible. No estoy aquí. Estoy con ella, con todas ellas. Esas a quienes no invitaron, no fotografiaron ni nombraron.