La trastienda de la escritura

Ahí está el desafío del escritor: en arreglárselas para sugerir aquel elemento del pasado, o eso que ocurrió o está ocurriendo en otro plano, o el rasgo personal que deforma el sucedido; y en darle a esa historia una forma, de tal modo que contenga su sentido. En suma, se trata de construir con la experiencia personal un hecho literario, susceptible, como cualquier otro, de justificarse, no por su condición de «cosa vivida por mí» sino por su intensidad, por su belleza, por el absurdo o la repulsión o el miedo en que sumerge

la realidad, tan rica y diversa, no construye hechos artísticos, ni proporciona significados.

hay algo peor que no volver a escribir: es escribir a pesar de todo.

Pero para eso, claro, debe existir el deseo inicial, imparable, de abordar una ocurrencia súbita o los vestigios de un mal sueño).

Podría desaparecer todo el ruido exterior y eso no me libraría de la tendencia natural a no hacer.

«Mi credo» —«Las ganas de escribir vienen escribiendo»

qué puede hacer un escritor con su angustia sino escribir a propósito de ella. Pero eso no atenúa la angustia. Es solo un desahogo o, a veces, una mera coartada, igual que las notas o las entrevistas.

saber reconocer ese llamado o, más precisamente, esa necesidad de escribir en torno a.

Alguien en perfecto equilibrio con el Universo y consigo mismo (en caso de que eso fuera posible), ¿qué necesidad tendría de perturbar su estado venturoso indagando en los entretelones del mundo real?

Pero resulta que no hay temas buenos y temas malos. Hay temas que, por razones laberínticas, le sientan a un escritor determinado.