La especie fabuladora

Las ficciones son violentas. Engendran muerte.

Pero son también fecundas y hermosas. Engendran amor.

Somos humanos porque concebimos, pensamos, soñamos, inventamos y relatamos incansablemente el amor y el odio.

Así, el amor existe tan realmente como el odio, porque la imaginación existe realmente.

Nuestros pensamientos son reales. Una realidad psíquica es una realidad efectiva y eficaz. Las quimeras nos permiten matar. Por lo tanto, tienen realidad.

hay dos tipos de verdad: la objetiva, cuyos resultados pueden confrontarse con lo real (ciencias, técnicas, vida cotidiana), y la subjetiva, a la que sólo se accede por la experiencia interior (mitos, religiones, literatura).

Lo único que podemos decir es que no existe en otra parte que en las cabezas humanas. Pero existir hasta ese punto, en tantas cabezas humanas, es una existencia enorme.

Lo que existe en las cabezas humanas existe realmente. Sólo hay que ver los resultados.

La tendencia innata de nuestro cerebro a la narratividad, conscientemente explotada desde siempre por las iglesias, lo es cada vez más por los medios de comunicación, los partidos políticos, las grandes empresas y la institución militar.

En inglés a esto se le llama storytelling. «Los hechos hablan, pero las historias venden», dijo un cínico especialista en el tema.

Todo relato histórico es ficticio en la medida en que sólo cuenta una parte de la historia. Sólo Dios podría contar toda la historia, pero, como Dios está fuera del tiempo, no sabe contar.

El lenguaje ordena nuestra experiencia, nos permite comunicar. Mientras nuestras definiciones coincidan, nos entendemos y funciona.

El lenguaje ordena, pero demasiado a menudo olvidamos que orden no es sinónimo de verdad.

En los humanos no se da ninguna verdad.

Todas se construyen mediante ficciones.

Las personas que creen vivir en lo real son las más ignorantes, y esta ignorancia puede llegar a ser mortífera.

Para nosotros, los humanos, la ficción es tan real como el suelo que pisamos. Es ese suelo. Lo que nos sostiene en el mundo.

Las ficciones se introducen en nuestro cerebro, lo forman y lo transforman. Más que crearlas, son ellas las que nos crean a nosotros, las que componen para cada uno de nosotros, en los primeros años de vida, un yo.

Si el lenguaje se limita a reflejar la realidad, ¿por qué toda lengua engendra palabras que no deben pronunciarse?