He aquí otro ejemplo. Si desde temprana edad escuchábamos en casa que querer ganar mucho dinero era señal de codicia y producía infelicidad y que lo más prudente era contentarse con lo poco que uno tenía, porque es mejor tener poco y ser feliz, que querer tener mucho y ser infeliz, pues no nos debería sorprender que hoy tengamos apenas lo suficiente para sobrevivir.
La repetición constante de expresiones como estas, pronto las conviertes en programas mentales que nos dicen cómo pensar y actuar. Con el tiempo, estas acciones se vuelven hábitos que poco a poco moldean nuestro destino.
¿Vas a permitir que sean estas vacas las que labren tu porvenir?
Recuerda el hermoso poema de Amado Nervo que dice:
“...Porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; que si extraje la miel o la hiel de las cosas fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales, coseché siempre rosas...”