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Gabriel García Márquez

Vivir para contarla

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  • Karla Valenciano Najeraцитує2 роки тому
    La vida no es la que uno vivió,
    sino la que uno recuerda y
    cómo la recuerda para contarla.
  • marteцитує3 роки тому
    Les costó trabajo convencerme, porque desde entonces tenía y sigo teniendo un prejuicio tal vez injusto contra las entrevistas, entendidas como una sesión de preguntas y respuestas donde ambas partes hacen esfuerzos por mantener una conversación reveladora.
  • marteцитує3 роки тому
    Mi primer impulso fue tocar para averiguar los datos de aquel hallazgo, pero me venció la timidez. De modo que la vida misma me enseñó que uno de los secretos más útiles para escribir es aprender a leer los jeroglíficos de la realidad sin tocar una puerta para preguntar nada.
  • marteцитує3 роки тому
    Escribir como usted escribe sólo se explica por una buena suerte que no la derrota nadie.
  • marteцитує3 роки тому
    Para mí también, en cierto modo, fue un momento crucial. Antes de dos meses había reprobado el tercer año de derecho y le puse término a mi compromiso con El Universal, pues no avizoraba el porvenir en lo uno ni en lo otro. El pretexto fue la liberación de mi tiempo para la novela que apenas empezaba, aunque en el fondo de mi alma sabía que no era ni verdad ni mentira sino que el proyecto se me reveló de pronto como una fórmula retórica, con muy poco de lo bueno que había sabido utilizar de Faulkner y todo lo malo de mi inexperiencia. Pronto aprendí que contar cuentos paralelos a los que uno está escribiendo —sin revelar su esencia— es una parte valiosa de la concepción y la escritura. Pero ése no era entonces el caso, sino que a falta de algo que mostrar había inventado una novela hablada para entretener al auditorio y engañarme a mí mismo.
  • marteцитує3 роки тому
    Eran veintitrés obras distinguidas de autores contemporáneos, todas en español y escogidas con la intención evidente de que fueran leídas con el propósito único de aprender a escribir. Y en traducciones tan recientes como El sonido y la furia, de William Faulkner. Cincuenta años después me es imposible recordar la lista completa y los tres amigos eternos que la sabían ya no están aquí para acordarse. Sólo había leído dos: La señora Dalloway, de la señora Woolf, y Contrapunto, de Aldous Huxley. Los que mejor recuerdo eran los de William Faulkner: El villorrio, El sonido y la furia, Mientras yo agonizo y Las palmeras salvajes. También Manhattan Transfer y tal vez otro, de John Dos Passos; Orlando, de Virginia Woolf; De ratones y de hombres y Las viñas de la ira, de John Steinbeck; El retrato de Jenny, de Robert Nathan, y La ruta del tabaco, de Erskine Caldwell. Entre los títulos que no recuerdo a la distancia de medio siglo había por lo menos uno de Hemingway, tal vez de cuentos, que era lo que más les gustaba de él a los tres de Barranquilla; otro de Jorge Luis Borges, sin duda también de cuentos, y quizás otro de Felisberto Hernández, el insólito cuentista uruguayo que mis amigos acababan de descubrir a gritos. Los leí todos en los meses siguientes, a unos bien y a otros menos, y gracias a ellos logré salir del limbo creativo en que estaba encallado.
  • marteцитує3 роки тому
    El sonido y la furia, de William Faulkner
  • marteцитує3 роки тому
    Me prestó La casa de los siete tejados, de Nathaniel Hawthorne, que me marcó de por vida.
  • marteцитує3 роки тому
    Septimus Warren Smith
  • marteцитує3 роки тому
    La señora Dalloway de Virginia Woolf,
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