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Meg Wolitzer

La buena esposa

  • Martha Lunaцитує3 роки тому
    –No lo hagas –insistió–. Encuentra otra manera. Apenas un puñado de mujeres llegan a algo. Sobre todo las autoras de relatos breves, como si fueran más aceptables las mujeres en miniatura.
    –A lo mejor –intenté contestar–, las mujeres son diferentes de verdad. A lo mejor intentan hacer cosas distintas cuando escriben.
    –Sí –contestó Elaine–, tal vez sea cierto. Pero los hombres, con sus grandes lienzos, con sus largos libros que aspiran a incluirlo todo, con sus trajes grandes, sus voces grandes, siempre obtienen más recompensa. Los importantes son ellos. ¿Quieres saber por qué? –Se acercó más a mí y añadió–: Porque lo dicen ellos.
  • Martha Lunaцитує3 роки тому
    Ella no sabía nada sobre aquella subcultura de las mujeres que se quedaban, mujeres sin una explicación lógica para su lealtad, mujeres que aguantaban porque aguantar era el ejercicio en que se sentían más cómodas, el que de verdad les gustaba.
  • Silvia Santaolallaцитує5 років тому
    Todo el mundo sigue fascinado por la vida interior de los hombres. Las mujeres están fascinadas. Los hombres ganan sin mover una mano. Tienen el control. Echa un vistazo. Enciende la tele; están en el Congreso, con sus pésimas corbatas y con esa manera de peinarse de lado para disimular la calva.
  • Silvia Santaolallaцитує5 років тому
    esa época, quién quería esforzarse y luchar para convertirse en escritora en un mundo que apenas tenía en cuenta a las mujeres, salvo en el caso extremadamente excepcional de que fueran brillantes y guapas y cercanas a hombres importantes, como fue el caso de Mary McCarthy; o, más a menudo, cuando parecían vacías y nulas, o cuando parecían deliciosas y se paseaban ante los demás con su ropita interior escasa y festoneada.
  • Silvia Santaolallaцитує5 років тому
    ¿Qué se supone que voy a hacer? ¿Convertirme en tu amito de casa? ¿Quedarme aquí sentado y lavar la ropa y cocinar cordero mientras tú te conviertes en la escritora del momento?
  • Silvia Santaolallaцитує5 років тому
    Pero no, no era cierto; era yo quien lo había llevado a él hasta allí, yo le había abierto las puertas. Yo le había arreglado la vida al joven escritor que no tenía talento, al autor de «Sin leche los domingos».
  • Silvia Santaolallaцитує5 років тому
    Sabemos exactamente qué decir a los hombres que, por alguna razón, encuentran enormes dificultades para cuidar de sí mismos, o de quien sea.
  • Silvia Santaolallaцитує5 років тому
    Les dábamos todo lo que teníamos. Todas nuestras propiedades eran suyas. Nuestros hijos eran suyos. Nuestras vidas les pertenecían. Nuestros cuerpos ajados y castigados por la vida eran suyos también
  • Silvia Santaolallaцитує5 років тому
    Bone aún no sabía que los hombres no llegan a dominar el mundo precisamente por tener un interés magnánimo y exagerado por los demás. Lo dominan por ocuparse de sí mismos en todo momento.
  • Silvia Santaolallaцитує5 років тому
    y se burlaban de mí, me recordaban que ellas sí existían, que las mujeres podían convertirse de vez en cuando en escritoras importantes con carreras formidables y que tal vez, de haberlo intentado, yo lo habría logrado.
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