El cuerpo recibe su materia, la procesa, usa lo que le sirve –todo lo que le sirve, de formas tan distintas– y cuando, pese a sus esfuerzos, topa con material que realmente no sabe aprovechar, lo vuelve mierda y lo devuelve al mundo. El cuerpo, animal incorrecto, es implacable, inmune a las ñoñeces de la tolerancia: establece una jerarquía sin fisuras entre lo que sirve y lo que no sirve –y actúa en consecuencia. Caga, defeca, excreta, se deshace, expulsa: produce categorías terminantes