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Claude Lévi-Strauss

Raza y cultura

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  • Santiago Romeroцитує5 років тому
    En los orígenes de la humanidad, la evolución biológica posiblemente seleccionó rasgos preculturales, tales como la posición erguida, la habilidad manual, la sociabilidad, el pensamiento simbólico y la aptitud para vocalizar y comunicarse. En contraposición y desde que la cultura existe, es ella quien consolida estos rasgos y los propaga; cuando las culturas se especializan, consolidan y favorecen otros rasgos, como la resistencia al frío o al calor (en sociedades que han debido, de buen grado o por la fuerza, adaptarse a extremos climáticos), las disposiciones agresivas o contemplativas, la ingeniosidad técnica, etcétera. Tales como los captamos en el nivel cultural, ninguno de esos rasgos puede ser claramente vinculado a una base genética, pero no se debería excluir que lo son a veces de manera parcial y por el efecto mediato de lazos intermediarios. En ese caso sería justo decir que cada cultura selecciona aptitudes genéticas que por retroacción influyen sobre la cultura que había contribuido de antemano a su fortalecimiento.
  • Santiago Romeroцитує5 років тому
    Que una planta sea considerada como un ser respetable que no se arranca sin un motivo legítimo y sin haber previamente apaciguado su espíritu con ofrendas; que los animales que se cazan para alimentarse sean colocados, según su especie, bajo la protección de otras tantas entidades sobrenaturales que castigan a los cazadores culpables de abuso, por haber tomado porciones excesivas o por no haberlas compartido con las mujeres y los jóvenes; que impere, en fin, la idea de que los hombres, los animales y las plantas disponen de un capital común de vida, de manera que todo abuso cometido a costa de una especie se traduce necesariamente, en la filosofía indígena, en una disminución de la esperanza de vida de los hombres mismos, son otros tantos testimonios ingenuos, pero sumamente eficaces, de un humanismo sabiamente concebido que no comienza por sí mismo, sino que le otorga al hombre un lugar razonable en la naturaleza, en vez de instituirse como dueño y depredador, sin atender siquiera a las necesidades y a los intereses más evidentes de los que vendrán después de él.
  • Santiago Romeroцитує5 років тому
    Una civilización que se propone desarrollar sus propios valores parece no poseer ninguno, para un observador formado por la suya a reconocer valores muy diferentes. Piensa que solamente en la suya ocurre algo, que sólo su civilización detenta el privilegio de una historia en la que suceden acontecimientos constantemente, unos tras otros. Para él, no hay otra historia que ofrezca un sentido, tomando este término en la doble acepción de significar y de tender hacia un fin. Cree que en todos los otros casos la historia no existe: a lo sumo, marca el paso en el mismo lugar.
  • Santiago Romeroцитує5 років тому
    Durante todo el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX nos preguntamos si la raza influiría sobre la cultura y de qué modo. Después de haber constatado que el problema así planteado es insoluble, nos percatamos ahora de que las cosas ocurren en otro sentido: son las formas de cultura que adoptan los hombres en todas partes, sus maneras de vivir, tal como prevalecieron en el pasado o lo siguen haciendo en el presente, las que determinan, en una muy amplia medida, el ritmo y la orientación de su evolución biológica. Por mucho que sea necesario preguntarse si la cultura es o no función de la raza, descubrimos que la raza —o lo que se entiende en general por ese término— es una de las funciones de la cultura.
  • Santiago Romeroцитує5 років тому
    Querer evaluar las pesadas aportaciones culturales de una historia milenaria, y todo el peso de las ideas, del sufrimiento, del deseo y de la labor de los hombres que les han acompañado en la existencia, refiriéndoles exclusivamente al escalón de una civilización mundial que tiene todavía una forma hueca, sería empobrecerlas singularmente, vaciarlas de su consistencia y conservar sólo un cuerpo descarnado.

    Al contrario, hemos intentado demostrar que la verdadera contribución de las culturas no consiste en la lista de sus invenciones particulares, sino en la distancia diferencial que ofrecen entre ellas. El sentimiento de gratitud y humildad que cada miembro de una cultura puede y debe manifestar para con las otras, sólo podría fundarse en una convicción: que las otras culturas son diferentes a la suya, de la manera más variada; y esto, incluso si la naturaleza última de estas diferencias le sobrepasa o si, a pesar de todos sus esfuerzos no consigue más que penetrarla muy imperfectamente.

    Por otro lado, hemos considerado la noción de civilización mundial como una especie de concepto límite, o como una manera abreviada de designar un proceso complejo, porque si nuestra demostración es válida, no hay, no puede haber, una civilización en el sentido absoluto que a menudo damos a este término, ya que la civilización implica la coexistencia de culturas que se ofrecen entre ellas el máximo de diversidad y que consiste en esta misma consistencia. La civilización mundial no podría ser otra cosa que la coalición, a escala mundial, de culturas que preservan cada una su originalidad.
  • Santiago Romeroцитує5 років тому
    La exclusiva fatalidad, la única tara que podría afligir a un grupo humano e impedirle realizar plenamente su naturaleza, es la de estar solo.
  • Santiago Romeroцитує5 років тому
    No puede haber explotación salvo en el seno de una coalición: entre los dos grupos, dominante y dominado, existen contactos y se producen intercambios.
  • Santiago Romeroцитує5 років тому
    Cada vez que nos inclinamos a calificar una cultura humana de inerte o estacionaria, debemos preguntarnos si este inmovilismo aparente no resulta de la ignorancia que tenemos de sus verdaderos intereses, conscientes o inconscientes, y si teniendo criterios diferentes a los nuestros, esta cultura no es para nosotros víctima de la misma ilusión. Dicho con otras palabras, nos encontraríamos una a la otra desprovistas de interés simplemente porque no nos parecemos.
  • Santiago Romeroцитує5 років тому
    Su organización poco flexible y débilmente diversificada, explica palpablemente su hundimiento ante un puñado de conquistadores. Y la causa profunda puede buscarse en el hecho de que la «coalición» cultural americana estaba establecida entre los miembros menos diferentes, entre los cuales no estaban los del Antiguo Mundo.
  • Santiago Romeroцитує5 років тому
    El avance de los conocimientos prehistóricos y arqueológicos tiende a graduar en el espacio las formas de civilización que tendíamos a imaginar como escalonadas en el tiempo. Esto significa dos cosas: en primer lugar, que el progreso (si este término procede aún para designar una realidad muy diferente a la que habíamos aplicado en un principio) no es ni necesario ni continuo; procede a saltos, a brincos, o como dirían los biólogos, mediante mutaciones. Estos saltos y brincos no consisten en avanzar siempre en la misma dirección; vienen acompañados de cambios de orientación, un poco como el caballo del ajedrez, que tiene siempre a su disposición varias progresiones pero nunca en el mismo sentido. La humanidad en progreso no se parece en absoluto a una persona que trepa una escalera e imprime con cada movimiento, un ritmo nuevo a todos aquéllos con los que ha logrado conquistas. La humanidad evoca más bien al jugador cuya suerte está repartida entre varios dados, y que cada vez que los tira, los ve esparcirse por el tapete dando muchos resultados diferentes. Lo que ganamos con uno, estamos siempre expuestos a perderlo con otro. Sólo de vez en cuando la historia es acumulativa, es decir, que los resultados se suman para formar una combinación favorable.
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