Mujeres hambrientas

Pensé: a lo mejor está aquí mi cuerda. Pero en el pajar solo había polvo y unos pies colgando de la viga.

Fue entonces cuando lo sentí. Cuando sentí esas llamas negras que me quemaban las tripas

la Hora de los Picos Deformes.

quién había enfurecido a los gigantes, quién (o quiénes) ¡se habían comido a nuestros hijos!

Rompió con su puño atroz los cristales, cogió un manojo de esos niños ¡que berreaban igual que lechones!, y se los metió en la boca. Una gota de sangre resbaló por su comisura abismal

hasta que de todo ello tan solo quedó un rastro de brasas y ceniza

y desde entonces papá me acuesta todas las noches y me clava sus dedos como agujas debajo de las sábanas

Esa fue la última vez que la vimos

Ya no nos desvelaba el llanto rabioso de ninguna criatura de madrugada ni se oían pasos de pies pequeños. Tampoco travesuras detrás de las cortinas

Al día siguiente volvió la señora de su primera incursión por los sueños del Conde