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Pascal Quignard

Butes

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Tres fueron los hombres que se enfrentaron al embrujo de las sirenas, esas extrañas aves que atraían irremediablemente a los marineros con su canto: Ulises, que se hizo atar de pies y manos al mástil de su navío, escuchó y sobrevivió; Orfeo, que en la expedición de los Argonautas vislumbró el mortal peligro de su música y lo neutralizó con las notas de su cítara; y Butes, navegante y compañero del anterior en la misma aventura, que sucumbió al hechizo y se arrojó de la nave. Quignard plantea la dicotomía de elegir entre el salvaje nihilismo del instante o la cómoda muerte por anquilosamiento a manos de las formas sociales. En estos tiempos en los que hasta la propia disidencia está definida como parte de la renovación del sistema, existen por fortuna, a manera de respiro, algunos antiguos contemporáneos como Quignard, uno de los pocos «escritores más silenciosos que los demás, en páginas más mudas todavía».
Ця книжка зараз недоступна
59 паперових сторінок
Дата публікації оригіналу
2016
Рік виходу видання
2016
Видавництва
Editorial Sexto Piso, Sexto Piso
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Враження

  • b7222625945ділиться враженням5 років тому
    👍Раджу

    Se convertirá en un clásico

  • Ivana Melgozaділиться враженнямминулого місяця
    👍Раджу
    🔮Мудра

  • Berenice Torresділиться враженнямторік
    👍Раджу

Цитати

  • Verónica Murguíaцитує6 місяців тому
    Cicerón escribió en Tusculanae disputationes IV 18: buscar un límite al vicio lleva a pensar que el que se ha tirado con la cabeza por delante del cabo Leucate puede dejar de caer cuando quiera.
  • b7222625945цитує5 років тому
    Quiero perseverar en el arte, en el silencio líquido de la lengua escrita.
  • Ivana Melgozaцитуєминулого місяця
    Se recordará lo que dice en el primer capítulo de Le livre à venir, que lleva precisamente ese mismo nombre, «El canto de las Sirenas»:

    «Las Sirenas: realmente parece que cantaban; pero de un modo insatisfactorio, pues sólo dejaban entender la dirección en que se abrían las verdaderas fuentes y la felicidad verdadera del canto. Sin embargo, con sus cantos imperfectos, que no eran sino un canto venidero, conducían al navegante hacia ese espacio en que verdaderamente comenzaría el cantar. Por tanto no lo engañaban, sino que lo llevaban realmente a su objetivo. Pero, una vez alcanzado el lugar, ¿qué es lo que pasaba?, ¿qué lugar era ése? Uno en el que ya sólo se podía desaparecer, porque en esta región de fuente y origen hasta la música había desaparecido más radicalmente que en ningún otro paraje del mundo: un mar en el que se hundían, sordos, los vivos, y en el que las Sirenas —lo que prueba su buena voluntad— un día tuvieron, también ellas, que desaparecer.

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