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Megan Maxwell

Un café con sal

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  • Maylen Barriosцитує4 роки тому
    —Me has enseñado a sentir, a apreciar, a percibir la vida de otra manera y ahora necesito seguir lo que mi corazón quiere. Y lo que él quiere y yo quiero eres tú. Sólo tú.
  • catalina iturraцитує3 роки тому
    ocurrido es una locura, pero las locuras, en ocasiones, son interesantes y divertidas.
  • Maylen Barriosцитує4 роки тому
    —Te arrancaría las bragas, te separaría los muslos y te haría mía contra esta pared, luego sobre la mesa y seguramente en mil sitios más. ¿Lo permitirías, Elizabeth?
  • Nilda Duarteцитує6 років тому
    —Mira, romanticona, como diría una que yo sé, los príncipes azules también destiñen. Y no, no me hables de príncipes cuando sabes que el mundo está lleno de ranas, sapos y culebras.
  • Ruby Mejiaцитує6 років тому
    Tenía treinta y seis años. Doce más que ella.
  • Miguel Romanoцитує6 років тому
    Extasiada por lo que aquel hombre le hacía experimentar, se dejó llevar. Nunca ninguno de los chicos con los que había estado la había besado con tanto deleite, ni tocado con tanta posesión, y un jadeo escapó de su cuerpo cuando él, separando su boca de la de ella unos milímetros, murmuró:

    —Te arrancaría las bragas, te separaría los muslos y te haría mía contra esta pared, luego sobre la mesa y seguramente en mil sitios más. ¿Lo permitirías, Elizabeth?
  • Paola Garzaцитує6 років тому
    Jamás había creído en los flechazos, pero, por primera vez en su vida, su corazón, su cuerpo, su cabeza, le hicieron entender que aquello había sido un flechazo y que Cupido le había dado de lleno con sus flechas de amor.
  • Paola Garzaцитує6 років тому
    Pero, incapaz de no mirarlo, se acaloró al sentir cómo todo su cuerpo se reactivaba como un volcán ante su presencia y sus palabras. Él tampoco era el tipo de hombre con el que solía estar, pero, sin duda, le nublaba la razón.
  • Paola Garzaцитує6 років тому
    Exaltada, le dio al botón del ascensor varias veces. Debía huir de allí cuanto antes. La tentación, el morbo y el deseo gritaban en su interior que no los dejara así y, cuando las puertas de la cabina se abrieron, no se pudo mover. Su cuerpo le exigía, le rogaba, le pedía que regresara al despacho y acabara lo que no había sido capaz de terminar.
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