Cuando éramos hermanas

Aunque dejé que pasase, y no hice nada para pararle excepto ofrecerle mi cuerpo tenso y nada dispuesto, en cierto modo sentía que algo del interior de mí misma había sido profunda e irrevocablemente violado.

Me siguió por el pasillo, lo mismo que yo la había seguido a ella de niña por el jardín, haciendo lo que hacía ella, como después desearía seguirla cuando su muerte

Solo más tarde supe el significado de aquello, y deseé con todo mi corazón que la mujer hubiera tenido el valor de explicar lo que de verdad quería decir. ¿Qué secretos oscuros había descubierto ella? ¿Por qué no se atrevió a contarle a mi hermana lo que sabía? ¿A qué le tenía miedo?

Muchas cosas no dichas, sin saber

Es todo tan extraño. Me rogó que no me casara con él —⁠me cuenta mi hermana, mirándome.

—¿Por qué no? —pregunto.

—No quería decirme por qué. Solo repetía: «No te debes casar con él. ¿Entiendes? No te puedo decir por qué no, pero créeme, por favor, créeme, no te debes casar con él».

¿Por qué no tuve la sensación de que nos dejaría? ¿Por qué no vi lo pronto que sería eso, y de modo tan trágico?

¿He olvidado mi propio idioma? ¿Me he perdido en esos idiomas extranjeros en lugar de encontrar quién soy?

Tengo la sensación de que no puedo seguir con mi vida sin encontrar algún tipo de conclusión para la de mi hermana.

Le cuento que en realidad no me siento en casa en ninguna parte, nunca, y sin duda no en París, excepto quizá con ella, mi hermana. Maxine asiente, dice que nadie habla el idioma que hablamos nosotras; nadie encuentra divertidas las mismas bromas; nadie se ríe como hacemos nosotras juntas. Nadie entiende.

se perderá para siempre, como pasa con nuestra ilusión, después de la muerte de nuestro padre, de que los hombres blancos duran

¿Lo he imaginado o lo he visto a través de los ojos de mi hermana?