En la lógica del animal reconstituido, la pareja fusional representa la culminación de la erótica judeocristiana. La incapacidad metafísica de la mayoría de los mamíferos de instinto gregario, de jauría o de manada, encuentra allí su resolución, su antídoto. Cuando el bovarismo habla de amor, de alma gemela, de príncipe o princesa, la razón ve un contrato social o un seguro de vida existencial. Entre dos, el dolor de ser en el mundo parece menor. Otra vez la ilusión...
El discurso amoroso enmascara la verdad de la especie: la novela y la propaganda mediática –la publicidad y el cine, la televisión y la prensa llamada femenina– giran alrededor del flechazo, la pasión, el formidable poder del sentimiento, del amor con mayúsculas, ahí donde la razón desengaña de forma brutal al hablar de feromonas, ley de la especie, destino ciego de la naturaleza que apunta a la homeostasis del redil de los mamíferos con neocórtex.