Perderse

entiendo que, desde siempre, el deseo, la escritura y la muerte son para mí intercambiables.

Hago el amor como si fuera siempre (¿y por qué no habría de ser así?) la última vez, como un simple ser vivo.

Las dos preguntas «¿cómo dejar de sufrir?» y «¿cómo conseguir que siga enganchado a mí?» no tienen la misma respuesta, salvo quizá en esto: tener la ocasión de decirle que se acabó. Hay siempre en ese anuncio un deseo de reconquista

Cada vez que estamos juntos, sé que algo terriblemente intenso se ha añadido que, por fuerza, nos alejará al uno del otro. La lucidez actual, la ausencia de sufrimiento (amordazado, más bien), me deja de manera más pura frente al tiempo.

Lo mismo para designar el objeto de mi pasión, S. No porque crea que así voy a preservar su anonimato —ilusión bastante vana—, sino porque esa forma de arrancarlo a la realidad mediante la inicial me parece corresponder a lo que ese hombre ha sido para mí: una figura de lo absoluto, de lo que suscita un terror sin nombre.

Es esta carencia en mí lo que me hace sufrir con respecto a los demás

Cuanto más mayor me hago, más me entrego al amor.

Cómo hacer para que no se note que me encariño demasiado rápido, para que él sienta de vez en cuando la dificultad de conservarme.

Solo soporto dos cosas en el mundo, el amor y la escritura, el resto es negro. Esta noche no tengo ni lo uno ni lo otro.

He hecho siempre el amor y he escrito siempre como si tuviera que morir después