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León Tolstoi

La felicidad conyugal

  • Dianela Villicaña Denaцитує2 роки тому
    —¿Y no quieres nada?—pregunté.
    —Nada imposible—respondió, adivinando lo que yo sentía—. Tú te mojas la cabeza—añadió acariciándome como si fuese una niña y pasando una vez más su mano por mis cabellos—, y envidias a las hojas y a la hierba porque las moja la lluvia. Te gustaría ser la hierba y las hojas, y también la lluvia. Yo sólo me alegro de que existan, como me alegro de todo lo que en este mundo tiene belleza, juventud y felicidad
  • Ivana Melgozaцитує4 дні тому
    «Pero ¿por qué no me dirá sencillamente que me ama? —pensaba—. ¿Por qué inventa no sé qué dificultades y dice que es viejo cuando todo es tan sencillo y tan hermoso? ¿Por qué pierde un tiempo precioso que, quizá, no vuelva jamás? Que me diga: te amo, que me diga con palabras: te amo. Que tome mi mano con su mano y oprima su cabeza contra ella y me diga: te amo. Que se ruborice y baje los ojos delante de mí, y entonces se lo diré todo. No, no se lo diré; lo abrazaré, me apretaré contra él y me echaré a llorar. Pero… ¿y si es un error y no me ama?», se me ocurrió de pronto.

    Me asustó lo que sentí: no sé hasta dónde habría podido llevarme ese sentimiento; recordé su confusión y también la mía en el cobertizo cuando salté a donde él estaba, y volví a sentirme muy, muy afligida. Las lágrimas se derramaron de mis ojos; me puse a rezar. Y de pronto se me ocurrió una idea curiosa que me tranquilizaba y me daba esperanza. Decidí que a partir de ese momento guardaría el ayuno, comulgaría el día de mi cumpleaños y ese mismo día me convertiría en su novia.

    ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Cómo debía ocurrir? Yo misma no lo sabía, pero a partir de ese momento creí que así sucedería y supe que así sería.
  • Ivana Melgozaцитує4 дні тому
    Una rana, pequeñita y saltarina, se quedó inmóvil frente a mí, y su sombra, tan pequeñita como ella, se dibujaba sobre el barro claro del sendero.

    —¿A usted no le dan miedo? —preguntó él.

    Lo miré. Faltaba un tilo en la alameda justo en el lugar por donde estábamos pasando y pude ver su rostro con claridad. Era tan bello y tan dichoso
  • Ivana Melgozaцитує4 дні тому
    Y era como si anduviéramos por los caminos y pisáramos los círculos de luz y de sombra, y las hojas secas crujieran bajo nuestros pies y una rama fresca me rozara la cara. Y todo esto no era sino él, que de manera uniforme y silenciosa iba a mi lado y, solícito, sostenía mi mano; y también era Katia, que, haciendo crujir las hojas, caminaba junto a nosotros. Y, seguramente, también era la luna en el cielo que nos alumbraba a través de las quietas ramas…
  • Ivana Melgozaцитує4 дні тому
    —¿Qué le habrá ocurrido a Masha hace un momento? —le preguntó Katia.

    Pero él no respondió y sólo se reía conmigo. Él sabía lo que me había ocurrido.
  • Ivana Melgozaцитує4 дні тому
    Él estaba sentado a mi espalda, de modo que no podía yo verlo; pero por todos lados, en la penumbra de la habitación, en los sonidos, en mí misma, percibía su presencia. Cada una de sus miradas, cada uno de sus movimientos repercutía en mi corazón.
  • Ivana Melgozaцитує4 дні тому
    «Es cierto, él no necesita decirme que me ama —pensé en ese momento, recordando vivamente nuestra conversación—. Me ama y yo lo sé. Y todos sus esfuerzos por parecer indiferente no han logrado convencerme de lo contrario».

    Aquella tarde habló poco conmigo, pero en cada una de sus palabras dirigidas a Katia o a Sonia, en cada uno de sus movimientos y en su mirada yo veía amor y no dudaba de él. Sólo me dolía, y me apenaba, por él, que encontrara necesario ocultarse y fingirse frío, cuando todo estaba ya tan claro, cuando era tan sencillo y tan fácil ser prodigiosamente feliz.
  • Ivana Melgozaцитує4 дні тому
    Cuando leo novelas, siempre me imagino qué cara de desconcierto tendría que tener el teniente Strelski o Alfredo al decir «Te amo, Eleonora» y pensar que de pronto ocurrirá algo extraordinario; pero no les ocurre nada, ni a él ni a ella. Todo sigue igual, los mismos ojos, la misma nariz, todo lo mismo.
  • Ivana Melgozaцитує4 дні тому
    ¿Qué clase de revelación es que el hombre ame? En cuanto lo dice es como si algo se cerrara, pum: ama. Como si en cuanto pronunciara esas palabras tuviese que ocurrir algo extraordinario, como si ciertas señales se dispararan desde mil y un cañones. Creo —continuó— que la gente que pronuncia con solemnidad las palabras «La amo», o bien se engaña o, peor aún, engaña a los demás.
  • Ivana Melgozaцитує4 дні тому
    Ya no era un hombre viejo que me mimaba y me reprendía; era un hombre igual a mí que me amaba y me temía y al que yo amaba y temía. No nos decíamos nada, sólo nos mirábamos. Pero de pronto él se frunció, la sonrisa y el brillo de sus ojos desaparecieron, y fríamente se dirigió de nuevo a mí como un padre, como si estuviésemos haciendo algo malo y él hubiese recobrado el sentido y me aconsejara que yo también lo recobrara.
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