Ni la cólera los enrojecía, ni la alegría los sonrojaba; por el contrario, la ira los volvía sombríos, y en la satisfacción resplandecían al igual que el oro, como él, extraños y hermosos. Y todos ellos, cualquiera que fuese el año o el siglo en que vivieran, tenían como rasgos comunes las tempranas canas que aparecían en su barba y en sus cabellos oscuros, y algo más: morían antes de los sesenta